sábado, 15 de marzo de 2014

Pertenencias invertidas

Traducción de Pertinences invertides

Pertenencias invertidas era un título que me había planteado para la entrada anterior (¿Hay que repartir la riqueza?). Al final decidí seguir la línea de pensamiento que me había llevado a escribirla, más que fijarme en la conclusión a la que quería llegar. Releyéndola ahora, a raíz de algunos comentarios que me han hecho sobre ella, veo que quedó muy enfocada en la riqueza en sí, y no tanto en sus fundamentos, que quizás era lo que más me interesaba resaltar.

Lo que quiero cuestionar aquí es nuestro derecho a "tener", que va más allá del derecho a "usar". Actuamos como propietarios de la tierra y sus recursos, cuando en realidad somos usufructuarios. De ahí el título de hoy: hemos invertido las pertenencias porque creemos que la Tierra nos pertenece, cuando en realidad somos nosotros los que pertenecemos a ella.

Desde pequeños nos enseñan a acaparar recursos por si más adelante nos faltan. Por ejemplo, hay que ahorrar para la vejez o tener reservas de agua para cuando viene sequía. Esto no es malo, ya que realmente estamos acumulando para cubrir unas necesidades que, muy probablemente, tendremos. Es un proceso similar al de los animales que acumulamos el alimento que no consumimos en forma de grasa, para cuando nos falte la comida. El problema radica en saber dónde está la frontera entre nuestras necesidades y el acaparamiento innecesario. Porque los recursos que nos reservamos y no usamos los estamos negando al resto de vecinos del planeta. Es más, cuando consideramos que algo es de nuestra propiedad, nos otorgamos el derecho a derrocharlo, aunque otros lo necesiten.

Esta necesidad de acaparar se ha ido haciendo más importante a medida que la sociedad se ha ido individualizando, ya que hay que contar con recursos propios porque no tenemos una comunidad que nos apoye en caso de necesidad. Al ser más vulnerables como individuos, necesitamos una "capa de grasa" más gruesa para sentirnos seguros. Así, empezamos a vivir para acumular, con miedo a perder lo que tenemos. Como en el caso de la grasa, si lo acumulamos en exceso pasa de ser una reserva a ser un lastre, y nos quita la libertad que nos tenía que dar. Y en esa trampa estamos cada vez más inmersos.

Salir de este círculo implica montar una sociedad en que se invierta el sentido con el que ahora usamos "mío" o "nuestro". Cuando hablamos de "mi pueblo" o "mi país" decimos también "soy de este pueblo" o "soy de este país", o sea, nosotros pertenecemos a él. En cambio, nos comportamos como si realmente fuéramos los propietarios. Todo esto es un camino lento porque requiere un cambio cultural, pero podemos empezar a considerar lo que es "nuestro" como un usufructo más que como una propiedad. Si asumimos que no tenemos el derecho a "tener" sino a "usar", comenzaremos a enfocar nuestras relaciones con el entorno de otra manera. Y esto sí que lo podemos hacer a partir de ahora mismo, aunque vivamos según unas reglas del juego que no lo favorezcan.

miércoles, 5 de marzo de 2014

¿Hay que repartir la riqueza?

Traducción de Cal repartir la riquesa?

Aunque siempre se ha hablado de ello, con la llegada de la crisis la necesidad de repartir la riqueza es más apremiante. Lo que quiero plantear aquí es si realmente repartir la riqueza es un buen objetivo. Veamos qué hay detrás de esta frase. A mí se me ocurren dos tipos de riqueza: la material y la inmaterial. La riqueza inmaterial incluye conceptos como el conocimiento, la sabiduría o una personalidad equilibrada que nos ayude a vivir en paz con nosotros mismos y con el entorno. Esta riqueza la podemos compartir o esparcir o ensanchar pero no repartir, porque cuando le traspasamos nuestro conocimiento a alguien, nosotros no lo perdemos. Al contrario, es muy posible que sus conocimientos complementen nuestros y nos acabemos enriqueciendo mutuamente. Tampoco repartimos alegría o esperanza, sino que la extendemos, la irradiamos cuando nosotros la sentimos. Y el hecho de esparcirla nos la retroalimenta. No, este tipo de riqueza no hay que repartirla porque la podemos hacer crecer tanto como queramos.

Así pues, cuando hablamos de repartir la riqueza nos referimos a la material, a la abundancia de bienes y cosas valiosas. Esta riqueza está basada en la competencia por la posesión de estos bienes, ya que, si yo dispongo de ellos, los niego al resto, y los pierdo si los traspaso. Esta riqueza, a diferencia de la inmaterial, sí tiene límites y no la podemos hacer crecer indefinidamente. Y sus dos componentes perversos, la abundancia y la posesión, hacen que nos veamos empujados a acumular posesiones por encima de lo que realmente necesitamos. Sin esta acumulación excesiva no somos ricos o, al menos, no materialmente.

Por tanto, el concepto de riqueza material asume que tenemos el derecho de poseer, de reservarnos el uso de determinados recursos y negarselos a otros. Además, esta propiedad la ejercemos no sólo sobre lo que necesitamos para subsistir, sino también sobre bienes que realmente no necesitamos. Partimos de la base de que la Tierra y sus recursos nos pertenecen y, por tanto, podemos derrocharlos o hacer con ellos lo que queramos, porque los poseemos. Y esto se traduce en que los bancos pueden poseer pisos vacíos mientras hay gente que los necesita y no pueden disponer de ellos. O en que la tierra donde vivimos nos pertenece y podemos hacer lo que sea necesario para impedir que otras personas vengan a vivir a ella ("Tenemos el derecho y el deber de controlar nuestras fronteras" JFD dixit). Y así podríamos seguir con una larga enumeración de despilfarros hechos bajo el paraguas de este derecho sin límites a la propiedad.

Pero la posesión tiene el lado oscuro de la pérdida: las riquezas llevan asociadas el miedo a perderlas y la necesidad de defenderlas. Crean una dependencia hacia ellas que nos hace terminar siendo sus esclavos. Es un curioso círculo en el que creemos que la Tierra y sus recursos nos pertenecen pero, a la vez, nosotros acabamos perteneciente a este mismo concepto de propiedad sin el cual quedamos excluidos del sistema. Es por ello que creo que lo que necesitamos no es repartir la riqueza material, sino abolirla.

Estoy de acuerdo en que hoy en día estamos en el sistema en que estamos y que en él hay mucha gente sufriendo. Estoy de acuerdo en que este sistema es a nivel mundial y que es muy difícil mantenerse al margen. Por lo tanto, hoy en día tenemos que luchar para repartir la riqueza y para evitar que el acumulen unos pocos. Tan solo creo que es importante que, mientras la repartimos, seamos conscientes de que realmente no nos pertenece, que sólo es un préstamo.

domingo, 9 de febrero de 2014

Asco

Traducción de Fàstic

Albert Pla seguramente se expresaría de manera más rotunda. Yo me conformaré con decir que me da asco tener la nacionalidad española. Es el mismo asco que me da tener la ciudadanía de la Unión Europea, y el que me dará si un día tengo la de un estado catalán que tome medidas para impedir la libre circulación de las personas. Lo que pasó en octubre en Lampedusa fue muy grave y hubo muchas muertes. Fue un accidente provocado por las condiciones lamentables en las que viajan estas personas por culpa de la prohibición de entrar. Es peor lo que ha pasado en Ceuta esta semana o las mutilaciones que sufren los que intentan entrar, causadas por las concertinas instaladas en la valla. En estos casos se aplica violencia sobre personas que quieren sobrevivir a una situación de hambre, a la inviabilidad de su subsistencia. En Lampedusa cayeron los que intentaban escalar las murallas del castillo de los ricos. En Ceuta se ha tirado aceite hirviendo desde las almenas.

Yo quiero tener una nacionalidad que implique la pertenencia a una tierra, a una nación, no que la tierra y la nación nos pertenezcan a los que compartimos esta nacionalidad. Especialmente nosotros, vivimos en una tierra de paso donde siempre se han mezclado culturas. El momento actual no es una excepción, más bien la mezcla se ha acentuado. El argumento de los que defienden las leyes para restringir la inmigración es que no hay recursos para mantener a todos los que querrían venir. Este argumento sería sólo insolidario si nuestros países ricos fueron capaces de autoabastecerse. Pero no es así: nuestros países ricos lo son por el expolio de los países de donde provienen estas personas que no dejamos entrar. Se trata, pues, de un robo. Además, cuando les concedemos la gracia de que se queden a vivir entre nosotros, no les dejamos participar en las decisiones. Puede votar alguien que vive desde hace 30 años en la otra punta del mundo. Puede votar el que evade sus impuestos a paraísos fiscales, pero no quién está dando el callo cada día, faenando en la tierra en la que todos convivimos, pero que no compartimos con él o ella, porque nació en otra parte.

Un buen antídoto contra el asco que puede provocar el hecho de tener una nacionalidad es el 8 punto del manifiesto del Procés constiutent:

8 - Derechos de ciudadanía para todos, no a la xenofobia y derogación de la legislación de extranjería.

sábado, 8 de febrero de 2014

Una conversación bitter

Traducción de Una conversa bitter

El bitter es una bebida que comienza pareciendo dulce, pero que cuando acabas de tomarla te deja un sabor amargo. La conversación del otro día en Salvados entre Mas y González fue como un bitter. Mientras la estaba terminando de ver tenía un sabor agradable. Aquellos dos personajes con posturas tan diferentes, hablando de una manera calmada y exponiendo sus razones, dejando la puerta abierta a un entendimiento, era una escena poco frecuente hoy en día. Y pensé que entendía que, durante bastante tiempo, había tenido la sensación de vivir en una democracia. La conversación presentaba a la vez posturas muy diferentes y actitudes de acercamiento por las dos partes. No sé si definiría a Artur Mas como un líder carismático pero está claro que sabe expresarse con tranquilidad y seguridad. Tampoco sé si Felipe González aún tiene mucho carisma o es que a mí me recordó las muchas veces que lo había oído, ya hace mucho tiempo. No en vano, después de muchos años, era el primer presidente de gobierno que no había participado en los órganos de poder de la dictadura. A esta dulce bebida nos tenían acostumbrados en otra época, e íbamos bebiendo carisma y delegando nuestro poder en líderes como estos.

Y esta dulzura, el recuerdo de esta sensación de democracia, hacía más amargos los argumentos de Felipe González. Desde un principio empezó a cerrarse en ol "que es posible". Para él, plantear la independencia es apostar por un imposible que sólo lleva frustración. Me recordó lo que yo había llamado nospotismo en una entrada de hace tiempo. La gente no puede ser consultada , porque esto puede traer conflictos . A medida que fue avanzando la conversación se empezaron a ver los colmillos de un lobo. Primero fue el argumento de que si los últimos 30 años, que habían sido los de un mayor autogobierno desde 1714, habían conducido a la posibilidad de la independencia, ¿qué conclusión se sacaba? Concretamente, la pregunta fue: "¿Qué cree que van a decir?" No especificó quiénes eran los que tenían que pronunciarse. Quizás respondió un poco más adelante cuando dijo que si nos embarcamos en un camino hacia lo imposible, se aumentará la fractura dentro Cataluña y entre Cataluña y España, y acabará despertando el nacionalismo español frente a esta deriva. Bueno, aquí ya dibujó el lobo entero. Parece que hay alguien que otorga el autogobierno y espera gratitud a cambio. Porque el autogobierno no es del pueblo sino de un ente magnánimo, que le deja jugar un rato. Pero ese alguien no tiene paciencia infinita y puede despertarse en cualquier momento si ve que las cosas no van como cree que deben ir. Se ve que el dueño del perro, cansado de oírlo ladrar decidió ponerle una cadena más larga. Ahora el perro se cree que vive en libertad ¡Inocente!

La amargura es más fuerte cuando miramos lo que pasa en el resto de ámbitos. No en el autogobierno de Cataluña, sino también en el aumento de la represión policial, el blindaje de los gobernantes (¿recordáis las palabras de Felipe González contra los "escraches"?), las políticas económicas que favorecen a los poderosos, etc. El nacionalismo español del que habla en esta conversación no es, como en el caso de otros nacionalismos, un sentimiento de pertenencia a una nación, sino un sentimiento de pertenencia de una nación. Los nacionalistas españoles a los que alude consideran que España es suya: una, grande y ellos libres de hacer lo que quieran con ella. Felipe nos está avisando de que estamos democrateando por encima de nuestras posibilidades, que el juguete no es nuestro, sino que es un préstamo . Y si nos portamos mal vendrá el dueño, se enfadará y nos lo quitará de las manos de mala manera. ¿O no recordamos que ya ha pasado otras veces ? ¿O (como menciona también en la conversación) no recordamos que también pasó, no hace mucho, en la antigua Yugoslavia?

No son amenazas, sino advertencias de alguien que luchó por conseguir la democracia. Parece que el otro día nos estaba contando que realmente no se logró, que sólo se pudo convencer de que la cadena era demasiado corta y de que el perro no querría marcharse si no se sentía demasiado atado. Ahora ya hay una generación entera a la que se le ha explicado que no hay cadena y otras generaciones anteriores nos hemos creído que había desaparecido. ¡Y resulta que hay que tener miedo, porque la cadena no se ha ido nunca!

Si, en mi opinión, Mas salió mejor parado en esa conversación, no es porque sea mejor orador que González, sino porque tiene a la gente empujándolo y estirándolo. Mas habló de los que se manifiestan en la calle y González habló del diálogo entre las fuerzas, del juicio de los dirigentes europeos, del margen de maniobra de Rajoy. Y del miedo al lobo. Evidentmente, Mas pudo desde el punto de vista de la gente en este tema. No lo podría hacer en otros. Seguramente lo que necesitamos no es carisma, sino alguien que canalice la fuerza de la gente. Y que sea fiscalizado por esa misma gente.

El bitter tiene una propiedad muy buena, y es que la amargura final te quita la sed. Últimamente tenía sed de carisma. Lo noté al beber en la entrevista , pero la amargura del final me la quitó .

sábado, 1 de febrero de 2014

La marca rebelde

Traducción de La marca rebel

Siguiendo el hilo de la entrada anterior, el primer tropiezo con la Coca-Cola de estos días fue un foro en el que se proponía este video promocional para introducir el tema de tomar la iniciativa y hacer las cosas que consideras que valen la pena, aunque puedan parecer locuras. Cuando yo entré ya había algunos comentarios alabando la calidad y la efectividad del spot publicitario. Hay que reconocer que la técnica del anuncio es buena. La voz, el suspense de la silla vuelta hacia la ventana y, sobre todo, la imagen de rebelión de todos los que se levantan, acompañada de una música épica, propia de las hazañas cinematográficas de Hollywood.

La primera sensación que me dio fue la de una buena carcasa vacía. Realmente, el protagonista toma una decisión: se levanta contra el poder de las sillas y marcha, tomando una Coca-Cola. El mensaje final nos descubre que se trata de una campaña contra el sedentarismo y la obesidad. Es perfectamente comprensible que la compañía quiera desviar su responsabilidad sobre este problema. Lo que ya no encontré tan conveniente es que se usara el anuncio para iniciar un debate sobre la toma de iniciativas. Un "levantarse de la silla" debería tener detrás un motivo y no ser sólo una carcasa épica, vacía de contenido.

Pero a los pocos días apareció en este foro un comentario de la noticia de que Coca-Cola ponía en marcha un ERE para echar a un montón de gente. Visto desde esta perspectiva, me di cuenta de que, probablemente, lo que más me había molestado el anuncio era la banalización de la rebeldía. Más allá de que la iniciativa tomada no está pensada, el movimiento que describe el anuncio exalta unos valores que son los contrarios de los que practica la compañía en su día a día. Se presenta como una defensora de las decisiones de la gente cuando, desde hace muchos años, es el paradigma de la manipulación y la creación de falsas necesidades mediante una publicidad omnipresente. Y con ello pretende equipararse con muchas rebeliones que van, precisamente, contra sus intereses.

Y no tengo claro si es así en este caso, pero esta usurpación de símbolos es intencionada muy a menudo. Se trata de una manera de desactivarlos. En este sentido se manifestaban diversos artículos raíz de los funerales de Mandela, a los que asistieron muchos dirigentes que hacen cosas contrarias a lo significó la trayectoria del homenajeado, apropiándose de lo que les es antagónico. Y también nos lo encontramos cuando el PP descalifica a alguien llamándolo fascista y totalitario, cuando todavía no ha condenado el régimen fascista y totalitario del que disfrutamos en un estado de "extraordinaria placidez".

En este contexto, si revisamos el anuncio podemos llegar a preguntarnos: ¿Qué sentido tiene ser rebelde si incluso la Coca-Cola lo es? Y este caso es muy evidente, pero en otros caemos fácilmente en la trampa, como es el de la austeridad. En una entrevista a José Mújica en TVE (minuto 6:40), se le preguntó por su estilo de vida y habló de que era sobrio, añadiendo que no usaba la palabra "austero" porque en Europa se había prostituido. Y es cierto, han conseguido que la austeridad sea el enemigo, cuando un aprovechamiento respetuoso de los recursos disponibles debería ser la solución. Y ahora nos encontramos una parte de la izquierda luchando por recuperar el crecimiento, renegando de la austeridad y reclamando más posibilidad de endeudamiento. Han conseguido que nos levantamos contra una silla vacía mientras los dejamos que sigan moviendo los hilos que hay detrás.

lunes, 27 de enero de 2014

Un boicot contradictorio

Traducción de Un boicot contraditori

Estos últimos días he tropezado un par de veces con la Coca-Cola, que es una compañía con la que no tengo tratos normalmente. A pesar de estar relacionadas las dos tropiezos, no son exactamente lo mismo, así que no los mezclaré. Empiezo por el segunda.

La filial de la compañía en España ha anunciado que reducirá su plantilla de una manera muy importante, a la vez que en reubicará a otra parte. El motivo no es que tenga pérdidas, sino que quiere tener más ganancias y ahora la ampara la nueva legislación. A raíz de esta noticia, Esther Vivas escribió un artículo en el diario Público donde detallaba una serie de denuncias que se han hecho en todo el planeta contra las actuaciones de la Coca-Cola. Leyendo la lista de denuncias, realmente se te remueve el estómago. Queda claro que el objetivo de la compañía es hacer dinero, no el buen rollo que transmite con su publicidad. Así pues, no es de extrañar la maniobra que quiere hacer en España.

Lo que me hizo pensar fueron los comentarios que había en el enlace de la noticia en Facebook. Muchos de ellos proponían como solución un boicot a los productos de Coca-Cola para conseguir que echen atrás el expediente de regulación de empleo. Y no digo que no me parezca una buena medida: su plan es seguir vendiendo la misma cantidad de sus productos, aumentando las ganancias y dejando a mucha gente sin trabajo. Pero ahora viene mi problema: ¿Y si el boicot tiene éxito? ¿Habrá que dejarlo y beber Coca-Cola para que estos trabajadores puedan conservar su trabajo? Está claro que si el boicot fuera efectivo y no se detuviera, entonces se quedarían en la calle, esta vez porque que la empresa cerraría.

Así pues, no quiero que toda esta gente se quede en paro, que pierdan su fuente de ingresos. Y más aún en un momento como el actual. Por otra parte, me encantaría que la Coca-Cola cerrar, que dejara las prácticas que describe Esther Vivas en su artículo y que dejara de producir un artículo tan relacionado con muchos trastornos alimentarios. Vuelvo otra vez al problema de que a la gente le hace falta trabajo para poder ganarse la vida  pero que muchas de las tareas que se hacen sería mejor que desaparecieran. Y para arreglar esto no nos hace falta seguir creando puestos de trabajo, sino reorganizarnos para repartir el que es real y aprender a vivir con lo que necesitamos.

lunes, 20 de enero de 2014

Podemos

Traducción de Podem

Este viernes se presentó una plataforma para crear una candidatura unitaria a las elecciones europeas. Una candidatura que aglutine a toda la gente que se está indignada por la situación actual. El nombre de la plataforma es Podemos. Y creo que no podía ser más apropiado, porque el árbol de nuestra sociedad está lleno de ramas secas que lo están ahogando, que le están absorbiendo las fuerzas. Hay que quitar estas ramas innnecesarias y dedicar toda la savia a lo esencial: las personas. "Podemos, pues, amigo Pablo".

La plataforma se presenta asociada al manifiesto Mover ficha. Es un manifiesto que describe las principales ramas secas: deuda ilegítima, secuestro de los centros de decisión, precariedad laboral, desahucios, privatizaciones de servicios públicos y de recursos básicos, agresiones a las mujeres, marginación de los inmigrantes, militarización... Tiene un programa político, pero tiene también un proyecto más allá de las elecciones europeas. Habla de organización desde abajo, de solidaridad de todos los pueblos desde el respeto a su identidad y a su soberanía.

En la última reunión de la asamblea de Gracia del Procés constituent, yo decía que no veía, a nivel del estado, un movimiento como el que supone para mí la propuesta del Procés constituent. Sí que había iniciativas para resolver problemas concretos. También había propuestas para llevar a cabo políticas diferentes. En esta nueva plataforma veo, además, la llamada a que todos participen en la política, no escogiendo opciones, sino creándolas. Detrás está el proyecto de crear un tejido que nos libere del secuestro actual y nos proteja de los que puedan venir.

Hay que cortar las políticas que nos están ahogando. Y tenemos la fuerza para hacerlo. "Podemos, porque podemos".