jueves, 14 de febrero de 2013

Corrup-tela ... marinera

Tracducción de Corrup-tela ... marinera

Todo apunta a que el principio de este siglo supondrá el final de muchos ciclos. Uno de estos ciclos enfermos es el de los cerca 35 años de "democracia parlamentaria", propiciada por una "transición modélica". Quizás sabíamos que no era perfecta, pero el desprecio que muestran los dirigentes por la población, junto con los casos de corrupción, no ya generalizada, sino casi institucionalizada, la hacen cada vez más inviable.

Hay muchas causas para esta decepción y supongo que a cada uno le deben pesar más unas que otras. A mí lo que más me rebela es el hecho de que nos mientan sin preocuparse siquiera de que las mentiras son obvias. Ha llegado un punto en que ya no les importa quedar como trapos sucios: parece que nos están diciendo "Sí, te estoy tomando el pelo. ¿Y qué?"

Pero dejando de lado lo que cada uno considera más deplorable, hay que ver dónde está la raíz del problema. Hasta hace poco yo era de la opinión que tenemos dirigentes corruptos porque forman parte de un país que premia la picaresca. Pero creo que, aparte de este factor, el propio sistema tiene un diseño viciado que nos ha llevado al punto donde estamos ahora: la partitocracia.

La ley electoral fomenta que haya partidos muy grandes y que éstos sean el único camino para llegar a los centros de decisión. Si bien es cierto que la elección entre partidos es democrática, la elección dentro de los partidos no tiene porque serlo. Así, para hacer "carrera política", se ha de ascender dentro de unas estructuras de partido que son cerradas y que, seguramente, hacen de criba para impedir que acceda al poder alguien que pueda ir contra ellas mismas.

Esta organización no implica necesariamente que se deba montar un sistema corrupto, pero propicia que, si se hace, se convierta en inexpugnable y dé a sus dirigentes esta impunidad de la que hacen gala, y que ahora ya no se molestan ni en disimular. Pero todo tiene un límite, y cada vez es menor el respeto que se siente por las diferentes instituciones, lo que hace que la situación se vaya volviendo insostenible. Qué alternativas existen para reducir el impacto de esta falta de respeto? Diversas. Y no todas son atractivas.

La solución que se le está dando en la actualidad consiste en cerrarse más en banda y reprimir las protestas ridiculizandolas, con acciones policiales o blindando aún más el sistema. Esto lo pueden hacer perfectamente porque las leyes las elaboran desde dentro de estas estructuras cerradas y todo es legal. De seguir por este camino, basándose todo en la legitimidad que les dan las urnas cada 4 años y la constitución de hace 35, pueden ir tirando. Pero es posible que algún día la abstención gane las elecciones por goleada. Entonces el desprestigio será aún mayor, casi insostenible.

Otra posibilidad sería la aparición de un grupo de salvadores de la patria, que tomen el poder por la fuerza y ​​se dediquen a hacer "lo que hay que hacer". Esto ya ha pasado otras veces. No tendrían la adhesión voluntaria de la gente, pero se harían respetar por la fuerza. Como no pretenderían ser democráticos, tampoco entrarían en las contradicciones actuales. Además, el no tener que ganarse los votos cada 4 años, les permitirían abordar políticas a largo plazo. De todos modos, hoy en día creo que este camino es menos viable de lo que podía ser en un mundo menos interrelacionado.

Una vía más probable sería la abolición gradual de la democracia, en favor de un gobierno de especialistas que saben lo que hay que hacer. ¿Como venderlo? Muy fácil: ya nos están diciendo que no hay alternativas, que se está haciendo lo único posible. Vemos que, estén en el poder unos u otros, hay unos aspectos básicos en los que no cambia la política. Si es así, ¿porque no dejar paso a los que han estudiado más y saben mejor cómo funciona todo? No hacen falta elecciones, que son un gasto inútil y, como en el caso anterior, impiden mirar a largo plazo. Si lo llevamos al extremo, se pueden plantear los dirigentes como empleados públicos contratados, en cuyas manos nos ponemos, al igual que confiamos en un médico cuando estamos enfermos.

A mí la opción que me haría más gracia sería la de que todo el mundo pudiera participar y dar su opinión. Con las tecnologías actuales nos podemos permitir preguntar a la gente qué es lo que quiere e implicarla en las decisiones. Un sistema como éste necesita gente crítica y con criterio, pero hoy en día también estamos en disposición de potenciar una ciudadanía así. Seguramente, muchos seguirían delegando su decisión, pero no perderían la opción de participar en el momento en que lo consideraran oportuno.

En estos tiempos se oye a menudo que la culpa de todo la tienen los políticos, que son la lacra de la sociedad. Si lo que queremos es reducir el número de políticos, vamos a parar a los salvadores o a los especialistas. Para llegar a la participación necesitamos más políticos, pero no especialistas en política, sino ciudadanos políticos. Necesitamos que todos pensemos como queremos que sean las cosas, cuál es la mejor manera de conseguirlo y que nos comprometemos a trabajar cada día en lugar de delegar cada 4 años.